Los perros yoyó

Los perros yoyó

Siempre hemos querido hablar de lo que nosotros llamamos los perros yoyó pero, como tantas veces, hemos necesitado un detonante que nos hiciese entender que ya había llegado el momento de hacerlo.

Situación real: dos perros sueltos de tamaño mediano-grande concentrados, olfateando y totalmente ajenos al mundo que les rodea…

A lo lejos, a unos cuarenta metros, una mujer de unos cincuenta años, se afana en intentar conseguir que su westy deje de ladrar ¿como lo hace? Hablándole mucho (regañándole) y dando un tirón a la correa cada vez que el perro llegaba a su extremo, convirtiéndolo en un continuo ir y venir que, si nos puso nerviosos a nosotros solo de verlo, imaginaos como estaba poniendo al pobre perro…

Entonces entra otro perro en escena, también de tamaño mediano. Viene corriendo, a lo lejos y si dirige a saludar a los dos perros que siguen tranquilamente olfateando (¿qué perro en su sano juicio se iba a querer acercar al pobre Westy y a su acompañante?). Pero la señora no lo vio así y debió entender que “aquel perro asesino” se quería comer a su adorable compañero…. ¿qué se le ocurrió hacer para “salvarle”? Pues pegar otro tirón de correa, esta vez hacia arriba, consiguiendo, con una pericia propia del Circo del Sol y una energía totalmente desproporcionada, que su perro acabase entre sus brazos. Entonces, la señora se pone a gritar “¡¡coged a vuestros perros!! ¡Tranquilo Chimo, tranquiloooo! ¡Coged a vuestros perros!” Y Justo entonces Chimo, que durante la fracción de segundo que estuvo suspendido en el aire había dejado de ladrar, se volvió literalmente loco… Y también, justo en ese momento, ese perro que solo quería ir a saludar a otros dos perros, cambió de rumbo, se fue corriendo hacia la señora y empezó a saltar sobre ella. Imaginaos la locura que vino después… (evidentemente, ningún perro se comió a otro pero os voy a ahorrar el mal rato y la vergüenza ajena que pasamos todos los que estábamos allí).

Chimo es lo que nosotros llamamos un perro yoyó. Esos perros que son “protegidos” por sus humanos, con tirones de correa para alzarles, sujetarles en brazos y “protegerles del exterior”. También lo son cuando no se tira de la correa y simplemente se les alza en brazos (algo que es defendido por muchos, incluso en determinados casos obligado por la normativa…) o cuando en el suelo se les pega tirones para atraerlos hacia nosotros.

A los perros no se les protege ni se les enseña nada cogiéndoles en brazos ni tirando de la correa (evidentemente en algún caso podrías incluso salvarle la vida a tu perro con ello, pero sería la excepción que confirma la regla). Cuando hacemos esto, no solo no les dejamos gestionar las situaciones, sino que les transmitimos que las mismas son peligrosas y nos metemos en uno de esos círculos viciosos en los que nos enfadamos o nos frustramos porque los perros ladran, son agresivos, etc. cuando es algo que estamos provocando nosotros mismos… todo ello sin entrar en el dolor que les causamos y los terribles daños físicos que les podemos provocar (solo por ello deberíamos evitar hacerlo)

Los perros pequeños son los que más sufren estas situaciones y los que después son injustamente etiquetados como perros con mal carácter, ansiosos, agresivos, que se asustan por todo, etc., cuando realmente casi nunca necesitan que les protejamos sino que lo que necesitan es que les dejemos ser perros, les permitamos relacionarse, aprendamos a tratarles y a relacionarnos con ellos, etc.

Así que si eres una de esas personas que trata a su perro como si fuese un yoyó, que cree que debe protegerle del resto del mundo y/o que piensa que su amigo de cuatro patas tiene mal carácter, por favor, deja de mirar hacia el otro extremo de la correa y/o de ver amenazas en el resto del universo porque la estadística dice que, casi con toda seguridad, seas tú el único que debería cambiar algo…

Y recuerda lo más importante…. ¡No te olvides de disfrutar de tu perro!

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Koi, el precioso perro de la foto, no es un perro yoyó, pero queremos darle visibilidad para ver si consigue encontrar un hogar. Si quieres darle la oportunidad que se merece, puedes ponerte en contacto con Hoope.org:

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