El perro malo que en realidad era un gran perro

Perro  malo - dogminancia

El perro malo que en realidad era un gran perro.

Baddy era un perro mestizo, grande, fuerte y, según decían las personas que le rodeaban, con problemas de conducta…. Él no pensaba lo mismo.

El malo de Baddy tenía tres años y ya hacía casi dos desde que aquella familia le adoptó. Antes de llegar a su nueva casa, Baddy era el rey de la protectora: joven, fuerte y precioso como era, se relacionaba perfectamente con perros y personas, de las que parecía saber siempre como conseguir lo que quería… Si no fuese por su gran tamaño habría sido adoptado mucho antes, sin ninguna duda.

Las primeras veces que su nueva familia le llevó al parque para perros, Baddy actuaba de la misma forma que lo había hecho siempre. Era educado con los otros perros, pero también esperaba que los demás lo fuesen con él y cuando no lo eran, no tenía ningún reparo en ponerles en su sitio. Lo mismo pasaba cuando veía que un perro joven atosigaba a un adulto o cuando había algún perro nervioso que molestaba a los demás. Daddy era lo que se suele llamar un líder, pero no en el sentido de querer dominar al resto de perros y personas, como pensaban sus humanos, sino que era un perro justo, seguro de sí mismo, que se comunicaba perfectamente, era delicado cuando tenía que serlo y contundente cuando tocaba…

Pero todo fue torciéndose poco a poco. Cada vez que Baddy intentaba poner orden en algún conflicto, las personas que le rodeaban no solo no le dejaban hacerlo, sino que ¡le regañaban! “¡¡Sshhh!! ¡¡No!! ¡¡Quieto!! ¡¡Malo!!… ¡¡Baddy no entendía nada!! Todos aquellos perros maleducados campando a sus anchas, todos esos pequeñajos acosando al resto de perros… ¿y al que regañaban era a él?

Poco a poco Baddy fue cambiando su forma natural de comportarse y, a pesar de no entender lo que sus humanos esperaban de él, empezó a darse cuenta de que si paraba de hacer lo que estaba haciendo y se quedaba muy quieto, con la cabeza ligeramente agachada, los gritos, los zarandeos, los tirones de correa, etc. paraban (no siempre lo hacían inmediatamente, pero paraban). Él les lanzaba muchas otras señales de calma, pero aquella gente no le entendía… cada vez lo tenía más claro.

Mientras tanto, todos aquellos perros maleducados seguían haciendo de las suyas, al mismo tiempo que Baddy tenía que soportar la situación estoicamente ¡era tan injusto! Y, claro, mientras Baddy aguantaba y aguantaba, iba acumulando tensión hasta que muchas veces ya no podía más y se revolvía. No quería morderles ni hacerles daño, simplemente quería que le dejasen en paz y como no le dejaban hacerlo como sabía, cada vez lo hacía de una forma más desproporcionada…

Poco a poco, sus humanos se iban asustando cada vez más y al mismo ritmo que lo hacían, iban incrementado la intensidad de las regañinas, la contundencia de los materiales que utilizaban para controlarle… incluso contrataron los servicios de un educador canino que les aseguró que su perro era muy dominante. Soluciones aportadas: el perro debía saber quien manda, no podían permitir que hiciese lo que hacía porque si no tendrían un disgusto, ponerle un collar de ahorque para controlarle mejor, más ejercicio….

Pero aquello no solo no funcionó sino que terminó de estropearlo todo. Baddy ya no era ese perro perfecto que una vez fue y que, paradójicamente, aunque de otra forma, ahora todos querían que volviese a ser. Ahora se lanzaba a por otros perros cuando paseaba con la correa y ya no le dejaban relacionarse con ellos libremente porque sus humanos tenían miedo a que la liase, en casa empezó a romper cosas, saltaba sobre las visitas, perseguía corredores y ciclistas las pocas veces que le soltaban tras “asegurarse” de que no había ningún peligro…

Su familia le quería mucho, pero, salvo los momentos en los que estaban con él en casa en los que todo parecía perfecto, sufrían con él en lugar de disfrutarle. Pero el que más sufría era Baddy que no paraba de escuchar que era dominante. El grandullón no sabía que significaba aquella palabra, pero ¡él no era dominante! El solo estaba estresado, frustrado, dolorido…. Esa necesidad de controlarlo que habían tenido sus humanos lo había estropeado todo hasta el punto de que el gran perro que un día fue ahora parecía un mal perro…

¿Como acabará la historia de Daddy? Lo más habitual es que sus humanos asuman que su perro es dominante, se resignen y la vida de todos siga más o menos igual que hasta ahora. También puede que en algún momento conozcan a alguien, vean alguna información, etc. que les haga ver que hay otras formas de entender la relación con su perro y, a partir de ahí, empiecen a hacer pequeños cambios, a conocer mejor a su perro y a mejorar su relación con él. Entonces Daddy, muy poco a poco, volverá a sacar a ese gran perro que lleva dentro y que nunca debió dejar de ser….

Moraleja: El caso de Baddy no es un caso extraño. Hay muchos perros “con problemas de comportamiento” que son grandes perros, pero parecen haber dejado de serlo por culpa de la intervención humana que, habitualmente, resta más que suma. Esto es aún más sangrante en el caso de esos perros que lo hacen todo perfecto pero que a los ojos de la mayor parte de los mortales no solo no lo hacen tan bien, sino que han pasado a ser los malos de la película, con todo lo que ello conlleva. Conocer mejor a nuestros perros y la forma que tienen de comunicarse y relacionarse es fundamental para no malinterpretarles y empezar a torcerlo todo, destrozando su forma natural de comportarse, rompiéndoles psicológicamente y dinamitando el vínculo que deberían tener con su familia, lo que inevitablemente hará que nosotros también pasemos a sufrirles en lugar de disfrutarles…

Porque recuerda lo más importante… ¡¡no te olvides de disfrutar de tu perro!!

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El perro de la foto no es Daddy; es Popeye, un gran perro que también es un gran incomprendido y que sigue esperando que alguien se fije en él… Si quieres darle la oportunidad que se merece, puedes ponerte en contacto con Hoope.org:

2 comentarios

  1. Me parecen muy importantes sus textos para que las personas corrijamos actitudes perjudiciales para nuestros perros. Sin embargo, se hecha de menos una historia bonita. Algo que hable de qué hacemos bien. Me duelen mucho todos estos relatos de maltrato. Algo agradable de vez en cuando. Igual me gusta su acercamiento. Yo me identifico con ustedes.

    1. Hola María.
      Muchas gracias por el comentario. Hay muchas historias con perros “bonitas” (Entre ellas la de Gara que aún después de muerta nos sirve cada día de ejemplo y nos motivó a crear dogminancia.com) pero esta página intenta mejorar la forma en la que las personas nos relacionamos con nuestros perros y es difícil hacerlo con historias en las que todo sale bien.
      Aún así tomamos nota y esperamos poder escribir una historia bonita antes de que acabe el año.
      Muchas gracias de nuevo

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