Ramper: el perro escapista

Perro escapista - dogminancia

Ramper: el perro escapista.

Ramper es un perro joven, sano, activo, feliz… Nadie hubiese apostado por ello hace solo tres meses, cuando fue encontrado en una cuneta con la pata destrozada, tras haber sido atropellado.

Quien iba a decir que aquel perro que, cuando llegó a casa, casi no podía caminar, unas semanas después iba a empezar a escaparse de Margot y Enric día sí, día también, para perseguir conejos…

El primer día que lo hizo no le dieron importancia (incluso les dio alegría verle correr tan feliz). Margot y Enric tenían otro perro que también se alejaba mucho de vez en cuando y no hacía caso de su llamada. Nada importante, pero, ahora, con los dos, la cosa iba a empezar a complicarse….

El segundo día Ramper se fue hacia la carretera y, a pesar de que en un principio parecía un suceso normal, es ahí cuando empezó a torcerse todo… Cuando Margot se dio cuenta, comenzó a gritarle, desesperada, con el corazón encogido, pero Ramper no paró y corrió hasta llegar a meterse en la carretera, en la que pasó unos angustiosos segundos, aunque, por suerte, no llegó a pasarle nada. Pero aquello no podía quedar así… Ramper debía entender que no podía hacer eso, así que Margot le regañó y Ramper agachó las orejas mientras gimoteaba … estaba claro que lo había entendido o, al menos, es lo que pensaba Margot…

Porque realmente Ramper no había entendido nada y al día siguiente, el instinto volvió a hacer de las suyas. Cuando, al fin, Ramper volvió junto a ellos, después de unos largos cuarenta minutos, parecía aliviado de haberlos encontrado. Daba la sensación de que se había metido tanto en el rastreo que se había olvidado del entorno y eso, que en otras situaciones podía haber sido algo muy bueno, esta vez era algo muy peligroso porque en cuarenta minutos, en un entorno peligroso, “pensando” exclusivamente en conejos, podían pasar muchas cosas… Aún así, al ver que el mismo se aliviaba de encontrarlos, esta vez no le regañaron.

Pero algo había que hacer. No podían permitir que a Ramper le pasase algo malo. Les dolía el pecho, solo de pensarlo, por lo que decidieron que, desde ese día, no le soltarían más en el campo y le llevarían siempre con correa.

Pero el instinto seguía allí y Ramper empezó a acumular un estrés y una frustración que no podía liberar ni aliviar de ninguna forma. En el paseo tiraba mucho de la correa y, curiosamente, Ramper empezó a hacer cosas que hasta entonces no hacía, como romper su cama, mear en casa o hacer hoyos en el jardín…

Margot y Enric solían tener un trato excepcionalmente bueno con sus perros pero la frustración también se empezó a apoderar de ellos, hasta el punto de que en alguna de esas ocasiones llegaron a perder los nervios. Sabían que si seguían así aquello solo podía empeorar pero buscando información en internet o hablando con cualquiera de las muchas personas que les ofrecían sus consejos solo escuchaban o veían información sobre la enorme dificultad e incluso imposibilidad de reprimir el instinto de caza. Dad el caso por perdido, les decían, hasta el punto de que empezaban a pensar que deberían resignarse y hacerlo así… Ademas, Margot y Enric empezaron a hacer cada uno la guerra por su cuenta, lo que no hizo más que agravar la situación…

Un día pensando en alternativas, casi a la desesperada, Enric se acordó de un amigo que dedicaba las horas a predicar las bonanzas del conocimiento de los perros y la educación respetuosa con ellos y decidió llamarle ¿Qué le digo su amigo?:

  • Que el instinto puede llegar a ser muy fuerte pero lo es mucho más la forma que tengamos de relacionarnos con nuestro perro y de “manejar el entorno” (que, además, son las únicas acciones que están en nuestra mano)
  • Que tenían que mejorar el vínculo con Ramper, pero también con su otro perro, con el que ya tenían algunos problemillas antes de tenerle a él (tu perro te puede necesitar, te puede reclamar, hacerte sentir especial, etc. pero un buen vínculo es otra cosa…).
  • Que para ello, entre otras cosas, podía ser bueno practicar juegos o ejercicios con él, metódicos, programados y en los que quede claro cuando se empieza y cuando se termina, pero en los que ambos se divirtiesen y aprendiesen a confiar el uno en el otro lo que, indirectamente, haría que Ramper cada vez tuviese menos ganas de separarse de ellos. Ademas, debían saber que su otro perro (y otros perros) les podía ayudar con Ramper mucho más de lo que pensaban….
  • Que tenían que volver a dejar libre a su perro y que para ello era bueno que eligiesen sitios seguros, en los que Ramper no tuviese la “necesidad” de tirar de ese instinto.
  • Que, por contra, sería bueno que, por el momento, intentasen evitar esos sitios peligrosos en los que ya habían comprobado que se activaba ese instinto y podían tener problemas, así como que, ante la duda, intentasen prevenir y evitar dichos problemas, sin miedo, pero con precaución.
  • Que, también en entornos controlados y dejando claro cuando empieza el juego y, en determinados casos, cuando termina, mediante juegos de búsqueda y olfato, tenían que encontrar formas de satisfacer ese instinto y que eso, además, le ayudaría a tener menos ansiedad y necesidad en los momentos que a ellos les preocupaban.
  • Que el premio o recompensa obtenido con esos juegos, tendría que ser lo suficientemente valioso  y motivador para Ramper.
  • Que tenían que olvidarse de las regañinas, la tensión, la frustración y la negatividad y volver a la calma porque, dijesen lo que dijesen, ningún perro puede estar veinticuatro horas al día buscando nada, por mucho instinto que tenga ya que, entre otras cosas, los perros “sanos” no suelen ser muy amigos de realizar esfuerzos en balde (si ya han ido de caza y han cazado ¿para que van a volver a cazar?). El problema no era tan grande como ellos (y tantos otros) lo veían.
  • Que sería buena idea que practiquen una llamada de emergencia que les aporte más seguridad y que, en el peor de los casos, pueda salvar a Ramper de situaciones de peligro.
  • Que nadie dijo que fuese fácil pero con esfuerzo y conocimientos y flexibilidad para adaptarse y realizar cambios casi todo se consigue; más aún con los perros que son tan agradecidos ante cualquier pequeño cambio que introducimos en sus vidas, a pesar de que las personas siempre busquemos la excusa de decir: “es que es así”.
  • Que, aún en el caso de que no lo consigan al cien por cien, siempre conseguirán una mejoría y frenarán ese empeoramiento que se obtiene cuando no se hacen las cosas como se debería, lo que, inevitablemente, llevará a que vuelvan a vivir mas tranquilos y, por lo tanto, a ser mas felices, todos…

¿Qué creéis que hicieron Margot y Enric? ¿dieron a a Ramper por perdido o hicieron lo que su amigo les decía que tenían que hacer? ¿Consiguieron mejorar en algo?

¿Y vosotros? ¿Que haríais?….

Sea cual sea la respuesta, recuerda lo más importante… ¡No te olvides de disfrutar de tu perro!

Puedes ver todas nuestras publicaciones siguiendo este enlace.

El pequeño de la foto,  ni se llama Ramper ni es escapista. Se llama Polo y solo quiere que aparezca alguien que cambie su vida para siempre. Si quieres darle  la oportunidad que se merece, puedes ponerte en contacto con Hoope.org:

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: