Saddy: La triste historia de otro perro abandonado

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El ruido le aterra. Las almohadillas le queman mientras algunos coches le pasan rozando y el miedo le incita a huir, al mismo tiempo que le paraliza.  Es 20 de julio, mediodía, cuarenta grados a la sombra y Saddy lleva una hora intentando escapar de aquel infierno…. aquello tiene muy mala pinta pero, de momento, hay una buena noticia: sigue vivo.

Los indeseables que le abandonaron hace una hora y media no pretendían que fuese así. Ellos sabían que a esa hora había menos posibilidades de que alguien les viese y que era mucho más probable que todo pareciese un accidente.

Saddy ha estado un buen rato esperando a que volviesen pero ellos tenían claro que no sería así. Las vacaciones están a la vuelta de la esquina y Saddy no es más que un estorbo. Es curioso que no pensasen en ello hace solo siete meses, cuando decidieron que aquel cachorro iba a ser un gran regalo de navidad para sus hijos.

Los coches silban al pasar y su rebufo aterra a Saddy. En uno de esos sustos, cambia de rumbo y de repente ve venir un coche directamente hacia él, se escucha un fuerte frenazo y, milagrosamente, el coche se detiene a escasos milímetros de Saddy. Empiezan a sonar cláxones y el pequeño se asusta aún mas. Vuelve a cambiar de rumbo y más frenazos, más cláxones… La lengua fuera, la boca seca, el corazón a mil…. si Saddy consigue sobrevivir a los coches, es más que probable que sea el estrés el que consiga acabar con él.

A ninguna de esas personas que se dirigen a toda velocidad a sus destinos de vacaciones o a sus trabajos les importa mucho aquella vida. Es mucho más importante llegar cuanto antes al destino. Muchos de ellos solo le esquivan por no estropear sus bonitos coches, sin llegar a pensar ni un solo segundo en que hay una vida en peligro o en que sentirían si fuesen ellos los que estuviesen en esa situación.

De repente se escucha un largo frenazo, mucho más fuerte que los anteriores y un golpe seco. Ruido de algo resbalando por el suelo y otro golpe más….

El motorista no ha visto a Saddy. El azar ha hecho que el pequeño se cruzase justo cuando él pasaba. Ha intentado frenar pero era demasiado tarde. Le golpea y a pesar de que ya había conseguido reducir mucho la velocidad, le pega un fuerte golpe que le manda a la cuneta. El motorista se cae y la moto y él resbalan como si el asfalto fuese una pista de patinaje. Un coche arrolla a la moto y, un instante después, al motorista, que acaba en el mismo arcén que Saddy,  varios metros delante de él.

Cuando la policia y las ambulancias llegan hay mucha sangre en el suelo. El motorista está muy grave y todos se afanan en salvarle la vida. Mientras tanto, nadie se acuerda de Saddy que yace inerte en el suelo….

Han pasado ya diez meses del accidente. Como cada tarde, Rubén observa, feliz, cómo Saddy, también feliz, juega con otro perro, a pesar de que en el accidente  perdió una pata y todavía sufre algunas secuelas que, probablemente, se queden a vivir con él toda la vida. Le encanta verle correr. Él ya no puede hacerlo desde que Saddy se cruzó en su camino y aquel coche pasó por encima de sus piernas.

Cuando hace cinco meses se enteró de que aquel perro había sobrevivido y había acabado en la perrera, tuvo claro que quería conocerlo. Era solo una víctima, igual que él. Rubén no creía en el destino y tenía claro  que todo aquello había sucedido únicamente porque un indeseable había decidido abandonar a Saddy en aquella carretera. Esa acción fue la que llevó la tragedia a sus vidas pero también fue lo que le dio la posibilidad de disfrutar de Saddy cada día.

¿Que les llevó a cometer esa irresponsabilidad? ¿Por qué no pensaron en las consecuencias que aquella decisión podía tener?…. y sobre todo ¿Como aquellas personas no supieron valorar todas esas cosas buenas que Saddy les entregaba sin pedir nada a cambio?

Rubén perdió en aquel accidente una pierna y los dedos de una mano. Todavía no se hace a la idea y es algo que le limitará toda la vida. Muchas veces piensa en qué hubiese sido de él si Saddy no se hubiese cruzado en su vida.

Nunca lo sabrá. Lo único que tiene claro es que Saddy no podría vivir sin él y que él no podría vivir sin Saddy pero, sobre todo sabe que él, que sí que tendría todas las excusas del mundo para hacer lo que ellos hicieron… él nunca lo haría.

Moraleja: Si estás pensando en abandonar a tu perro, no lo hagas. Hacerlo, además de ser un acto cruel y mezquino, puede tener las peores consecuencias para él y para otros perros y personas. Seguro que te lo puedes llevar de vacaciones, seguro que lo que puede darte en el futuro es mucho más de lo que ganarás abandonándole…. Por favor, piénsalo. Por favor, no lo hagas.

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Nilo, el perro de la foto es uno de los muchos perros abandonados que tienen en Hoope. Si quieres darle a alguno la oportunidad a que se merecen, puedes ponerte en contacto con Hoope:

 

 

 

 

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