El extraño caso del perro que siempre estaba trabajando

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Hace unos meses empecé a escuchar rumores de que había llegado un adiestrador al barrio. He de reconocer que tenía cierta expectación por verle, ya que no paraba de escuchar comentarios sobre el increíble control que ejercía sobre su perro pero, sorprendentemente, nunca me encontraba con él y empezaba a pensar que se trataba de una leyenda urbana…

Azares del destino, hace unos quince días, por fin me encontré con el Adiestrador y, desde entonces, le habré visto unas cinco veces… ¿Como sé que es ÉL y no cualquier otro? Muy fácil: Si le pidiésemos a un niño que eligiese una foto para ponerla en el diccionario, al lado de la definición de adiestrador, sin duda, elegiría la de esta persona de movimientos estudiados y rígidos (marciales diría yo), voz grave, tono autoritario…

He de reconocer que verle tuvo un efecto hipnótico sobre mí. No podía dejar de mirarle y fue fácil entender la admiración que había despertado entre mis vecinos. El perro iba junto constantemente y de vez en cuando era premiado con un mordedor que rápidamente le era arrebatado para volver a llevarle junto. Por supuesto, no quise perderme el espectáculo de verle hacer un rotundo «sit» en todo el centro del descampado y practicar varias llamadas, desde quieto, dignas de la mejor exhibición de obediencia.

Estuve unos quince minutos observándole, hasta que conseguí salir de aquel estado de ensoñación…. Sí, mi nuevo vecino sabía bastante bien lo que se hacía aunque en esa primera toma de contacto ya me pude fijar en algunos detalles que pude confirmar en las siguientes ocasiones en las que nos cruzamos…

¿Era un profesional? Quien sabe. No nos lo parecía aunque, sin duda, hay profesionales con bastante menos pericia con los perros que él… ¿Tenía control sobre su perro? Depende de a que nos refiramos pero está claro que si le preguntásemos a mis vecinos, todos dirían que sí ¿Y  su perro? Su perro, un magnífico cachorro de pastor belga de unos nueve meses, nos dio pena, mucha pena…

La segunda vez que nos cruzamos con el Adiestrador, le vimos aparecer por el horizonte. El perro junto, pendiente, aparentemente, de su amo (sí, su amo) ¿o quizás de la recompensa que le esperaba tras el «junto»? No queríamos estropearle el trabajo, por lo que, según nos íbamos acercando, llamé a Danko, que andaba por ahí haciendo de las suyas, y le di la indicación de «junto». Según nos acercamos, el hombre incrementa la presión sobre el perro. Ambos van tensos, uno porque no quiere que su perro falle y el otro porque quiere que le liberen de una vez por todas de ese esfuerzo tremendo que está realizando, seguramente, desde hace varios minutos. Nos cruzamos y le saludo. Él no contesta, está demasiado pendiente de que su perro no “se le escape”…

Las personas que nos observaban, probablemente veían una escena de un perro que iba con un tipo al lado (yo) haciendo un junto bastante cutre, cruzarse con un gran adiestrador trabajando con un perro perfectamente adiestrado. Quince metros después de cruzarnos, el Adiestrador le da el mordedor al perro y «le libera» por un instante. En ese momento le dije a mi acompañante: «ahora es cuando se le escapa». Y prácticamente no había acabado de decir la frase cuando el Perro Adiestrado se fija en Oli, un bonito Golden que se encuentra a cincuenta metros y que siempre tiene ganas de jugar con el mundo entero,  y sale directo a por él como si no hubiese visto un perro en su vida.

El Adiestrador llama a su perro pero está en carrera y es demasiado tarde, lo intenta varias veces, con tono autoritario y grave, mientras ve que su perro corre detrás de Oli, hasta que, finalmente, sale corriendo hacia él y cuando está bastante cerca, le dice al perro «¡Quieto!» y el perro, como si le hubiesen apretado un botón, vuelve en si, se para, se sienta mientras bosteza, se relame… y cuando su amo y señor llega hacia él, le pone la correa y le dice «¡junto!», el perro se vuelve a pegar al Adiestrador, mientras se alejan, aún con mas tensión que antes. Mientras, Oli, también se relame y se mueve inquieto, a bastante distancia, mirándoles con cara de no entender nada…

¿Que ha visto la mayor parte de la gente que estaba allí? Un gran adiestrador entrenando a un perro que ha fallado, pero al que el gran Adiestrador ha vuelto a reconducir, demostrando toda su pericia y control sobre su perro.

¿Que hemos visto nosotros? Un perro que está continuamente en «modo trabajo», incluso cuando le premian. Un perro estresado, yonqui del mordedor, con nulo vínculo con su Amo y Señor… que no ha fallado en nada (su amo y señor sí) pero que en determinados momentos no soporta mas la presión y tiene huir para sentirse perro.

¿Y por que os contamos esta historia real? Porque las personas muchas veces nos confundimos y seguimos modelos equivocados (nos pasa cuando admiramos al rico que vive a cuerpo de rey sin haber trabajado en su vida, en lugar de a esa madre soltera que trabaja dieciséis horas al día para poder alimentar a su hijo, al «gran trabajador» que se tira doce horas en la oficina en lugar de admirar al que es capaz de hacer el mismo trabajo en cuatro…).

El modelo a seguir no puede ser tener un perro en «modo trabajo» todo el día, porque los perros necesitan descanso, saber cuando están trabajando y cuando no, poder comportarse como perros, etc. Pero es que, además, el 99% de la gente nunca va dedicarle el tiempo y el esfuerzo que el Adiestrador le dedica a su perro con lo que el efecto va a ser aún mas negativo (tendremos un perro maleducado y, además, estresado, que es una de las peores combinaciones que se pueden tener).

El modelo a seguir por la mayor parte de los mortales debería ser mucho mas fácil: tener un perro relajado, al que le guste estar con nosotros y al que, jugando,  hemos enseñado unas nociones básicas de “obediencia” (odiamos esta palabra), a no tirar de la correa y a acudir cuando se le llama. Un modelo en el que tenemos un buen vínculo con el perro y en el que nosotros también estamos relajados, en el que, normalmente, ni siquiera nos hace falta llamar a nuestro perro, porque éste siempre está deseando volver a nuestro lado,  en el que nos permitimos el fallo y se lo permitimos a nuestro perro… (si alguien cree que estamos equivocados y que se necesita algo más para disfrutar de un paseo con nuestro compañero de vida, estaremos encantados de recibir sus comentarios).

Moraleja: Cuidado con el modelo que seguimos, con lo que deseamos, porque a lo mejor buscamos algo fuera de nuestro alcance y acabamos frustrados… o a lo mejor sí que está a nuestro alcance y lo conseguimos pero, al hacerlo, el resultado es muy diferente del que habíamos imaginado……

Y recuerda lo mas importante… ¡¡No te olvides de disfrutar de tu perro!!

4 comentarios

  1. Desde luego es para dar mucha pena el perro cachorro, que ni siquiera cuando se escapa para jugar con un golden le deja disfrutar del juego y aprovechar para sociabilizarlo. Le obedece por miedo, es indudable, pero no será nunca un perro mentalmente sano. Agradezco este post que enseña tanto a saber lo que nunca hay que hacer con un perro. Gracias por vuestra labor.

    1. Muchas gracias por el comentario Mª Ángeles y por haber entendido exactamente lo que pretendíamos explicar con esta entrada. Nos ha dado mucha satisfacción leerlo!!

  2. Tengo algunos peros sobre el relato ya que lo primero a fomentar con un perro de trabajo es el vinculo en el binomio,lo segundo es que «quizás» este «adiestrador» segun dicen cuando concurria al sitio lo hacia solo para enttenar lo cual en un perro en altodrive son 15min full (no más) y luego tiene todo el dia para ser perro. Por otra parte un perro suelto SIEMPRE ES UN PROBLEMA para los demás o para si mismo.
    Debemos respetar a los demás.

    1. Hola Mario.
      Muchas gracias por el comentario.
      No entendemos muy bien los peros a esta historia real (aunque con ella hemos aprovechado para hablar de un tema que nos parece importante) :
      – somos los primeros en darle al vínculo la importancia que se merece (no solo con perros de trabajo). Hemos dedicado publicaciones enteras a este tema y en esta misma hablamos de ello, aunque de forma indirecta. Eso si, hay muchas formas de entender ese binomio del que usted habla y, por desgracia, hay muchos perros “de trabajo” que no tienen ningún vínculo con su “guia”, más allá del interés de uno y la dependencia del otro.
      – En la propia publicación decimos que no creemos que fuese adiestrador, aunque tampoco podemos negarlo. En cuanto a los tiempos de trabajo, nos gustaría ser tan optimistas como usted pero hay muchas formas de entender el adiestramiento, muchos perros que trabajan más de 15 minutos al día, y sobre todo, muchos que no tienen, ni mucho menos, todo el día para ser perros.

      En cuanto a respetar a los demás, estamos totalmente de acuerdo. En lo que no estamos de acuerdo es en que un perro suelto siempre sea un problema (algo que, en nuestra opinión, choca frontalmente con la frase en la que dice “tiene todo el día para ser perro”). Por suerte hay mucha gente que piensa como nosotros y el futuro no puede ser otro que aprender a convivir unos con otros, como ya se está demostrando en algunos paises punteros europeos en los que hay infinidad de espacios para soltar a los perros y cada vez más zonas señalizadas en las que se permiten perros sueltos en convivencia con el resto de transeúntes. Solo es cuestión de educación, formación, respeto y tolerancia por parte de todos (pensar que un perro suelto es, en sí mismo, un problema no facilita la labor, precisamente).

      Muchas gracias de nuevo por el comentario. No se puede estar de acuerdo en todo ni con todo el mundo pero siempre es una buena oportunidad para intercambiar pareceres, replantearse algunas cosas y seguir mejorando

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